«Costumbres femeninas de decir…nooo» I

Por: María L Coda Ser mujer es algo apasionante y a la vez nada fácil para nosotras por ende menos aún para el sexo masculino. Desde que nacemos,  nos vamos preparando para vivir muchas situaciones, algunas ya las sabemos de ante mano. Otras no, pero las vamos afrontando, y en este desafío descubrimos y realidades geniales, dolorosas, alegres, caóticas, incomodas, sorpresivas y molestas. En esta humilde reflexión, no pienso meterme con el Señor “Sigmund Freud” con todo su mambo fálico… (Es más se lo digo en la cara ¡Sig:_ Nosotras no envidiamos el pene, en todo caso los disfrutamos!) Mi intención a la hora de escribir, es la de poder compartir con ustedes, de una manera simple “Vivencias y conclusiones a la que llega una mujer a sus cuarenta años”, sin orden, ni coherencia alguna a la hora de redactar, solo ideas, recuerdos y momentos vividos. Quizás algunas se sientan identificadas. Siendo la hija menor después de tres hermanos varones, mi infancia fue sin dudas sin rollos, con mucho amor y juego, hasta que comencé a crecer… ¡pá que! Análisis de ser mujer La primer prueba que tenemos que afrontar, es que las niñas siempre, sin excusa, como un castigo divino debemos ayudar en las tareas de la casa, mientras que los varones de la familia se rascan… los… h… Ellos son inimputables, por lo que pueden dejar la ropa tirada donde sea, los platos sucios, guardar por días o meses un bolso con vestimenta sucia y lo mejor de todo, poder tener el lujo de terminar de comer y levantarse de la mesa como si nada, total siempre está el sexo femenino para limpiar. Esto además de ser lo primero en asumir, es también algo eterno que nunca cambia. De un día para el otro sin previo aviso alguno, nos enteramos de que empezamos a dejar de ser niñas….  ¿Por queeeeeeeeeeeeee? Dando comienzo a una nueva etapa un tanto extraña e incompresible por momentos. En pocas palabras, es horrible ver como comienza a cambiarnos el cuerpo, mientras nuestras cabecitas aun piensan como niñas,  produciéndonos confusión y vergüenza. Es como que estar parada en una vereda y ver que cruzando la calle hay otra parte nuestra, tan lejana y tan cercana a la vez  (La niña y la adolecente). Todo esto es un simple entrenamiento para lo que se viene luego, que es cuando  aparece en escena “la primera menstruacion”, momento en el cual una desearía poder esconderse como el avestruz, con la cabeza en la tierra, callar a todo el mundo, y dar la orden de que sea un secreto de de estado. Pero sucede todo lo contrario y peor aún. La familia te mira con una sonrisa que nos irrita, tu papá que te dice _ ¡Te felicito! y ahí ya una desea estar muerta.  Además los primeros años son complicados cada vez que viene nuestro amigo “Andrés” porque lleva su tiempo incorporar el tampón a nuestra vida, entonces nos vemos obligadas durante años a ponernos los “Siempre atados” que son lo más  parecido a tener un pañal puesto. Y como si fuera poco mientras vamos asumiendo que esto es por mucho tiempo. Pregunto por qué no seremos como las perras que se indisponen cada seis meses, sería extraordinario. Desde la parte higiénica hasta para la maternidad. Pero continuemos con el bello proceso de ser mujer. El tiempo sigue y con el llegan diferentes circunstancias inevitables, como la de no poder estar a solas con un espejo, es como darle un arma a un suicida,  la tentación es irresistible, sea en un baño, o una vidriera, cuando nadie nos ve, acercamos la cara al espejo, evaluamos el estado general de la piel y el de la cara. Una vez finalizado el recorrido, con las yemas de los dedos tanteamos todas las áreas. Hay tanto para revisar, los granos, los puntos negros, las arrugas, las líneas de expresión, la oleosidad, la hidratación, el contorno de los labios, los surcos de la frente, las bolsas, las patas de gallo, la elasticidad, la dilatación de los poros, y, obviamente, el color…Que no resulta nada raro ver salir del baño a alguna compulsiva señorita con la piel masacrada en toda la cara. Llegan los amores y desamores, que compartimos con las amigas. Gracias a las redes virtuales es más sencillo saber como están y contarles como nos sentimos, porque Facebook  es el  reflejo de toda nuestra rutina; el testigo mudo de nuestros errores y aciertos, de nuestra vida amorosa y social, de nuestro desarrollo laboral.  Basta con solo leer los estados que cada una pone y la foto del perfil “que está todo dicho”. Lo mismo los demás para con una. Nacen los momentos en los que necesitamos llorar con o sin motivo, pero nos hace falta. Y no es humillante, ni ridículo, ni  patético, es ser mujer. continua...

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