¿Son las mujeres mejores que los hombres en casi todo lo que hacen?

La revista Time tiene un interesante artículo el que se sostiene, de manera un poco sesgada, que las mujeres hacen casi cualquier cosa mejor que los hombres. Un estudio realizado por Barclays Wealth y Ledbury Research encontró que las mujeres se desempeñan mejor en el mercado burástil, haciendo más dinero, debido a que en general toman menos riesgos. La investigación, llevada a cabo por los investigadores financieros Brad Barber y Terrance Odean, descubrió que las mujeres obtuvieron mejores resultados en sus inversiones que los hombres, resultado confirmado en el 2005 por Merrill Lynch, que halló que el 35% de las mujeres mantuvo una inversión demasiado tiempo a diferencia del 47% de los hombres.  Asimismo la compañía Vanguard concluyó que durante la reciente crisis financiera, los hombres tuvieron más probabilidad de vender sus acciones en el punto históricamente más bajo. Algunos estudios sugieren que los hombres “creen que saben lo que están haciendo cuando en realidad no saben lo que están haciendo”, porque muchas veces tienen un exceso de confianza. Esto parece estar relacionado a las recompensas de testosterona que reciben los hombres cuando ganan algo. El llamado “efecto del ganador” explica que cuando dos hombres compiten sus niveles de testosterona se elevan, aumentando su masa muscular y la capacidad de oxígeno de la sangre.  Esto también aumenta su apetito al riesgo. Generalmente el que gana la competencia mantiene el derrame de testosterona; el que pierde, por el contrario, se retira sin esta descarga hormonal “a lamer sus heridas”.  La próxima vez que compite, el hombre que ganó tiene el plus de tener un estado de testosterona reforzado. Sin embargo, los esteroides, como la mayoría de los químicos en el cuerpo, desarrollan una curva de respuesta en forma de U invertida (o herradura). Cuando los niveles de testosterona aumentan, incrementa también la destreza y la concentración. Pero si sigues ganando el nivel llega a su pico y se desliza hacia el otro lado, dando comienzo a la caída porque empiezas a hacer cosas estúpidas. Sales mucho de tu zona de confort. Te peleas con cualquiera. Dejas de proveer a los demás. Expandes demasiado tu territorio (esto visto desde la perspectiva animal). Las mujeres, que solo tienen el 10% de la testosterona del hombre, no presentan este efecto de exceso de confianza. En el libro  Man Down: Proof Beyond a Reasonable Doubt That Women Are Better Cops, Drivers, Gamblers, Spies, World Leaders, Beer Tasters, Hedge Fund Managers, and Just About Everything Else, Dan Abrams argumenta que las mujeres son mejores en casi cualquier cosa, especialmente en las actividades que incluyen riesgos. En el caso de los soldados, Abrams nota que las mujeres son mejores que los hombres porque se quejan menos del dolor y recuerdan mejor las caras y las palabras. Además tienen menos probabilidades de ser golpeadas por un rayo (o caer en una emboscada) porque no se exponen a una tormenta. Son mejores espías, también, porque son logran que las personas hablen con ellas cándidamente. Evidentemente los hombres son mejores que las mujeres en muchas otras cosas (y seguramente esta discusión es absurda, todo el discurso de “la guerra de los sexos” es estéril). Aunque aquí el problema en cuestión es, sobre todo, la actitud. Si bien los impulsos de la testosterona también tienen su lado positivo (principalmente un aspecto de descubrimiento y desarrollo tecnológico: de conquista), quizás el nuevo paradigma en el que vivimos —em el que ese impulso ha hecho de la Tierra un espacio frenético de consumo y explotación, tomando el riesgo sin medir las consecuencias— hace que sea el momento de preferir o al menos incluir de manera significativa el acercamiento femenino a hacer las cosas. Hay algo que el artículo del Time no menciona en lo que las mujeres son mejores que los hombres: sentir. Las mujeres han desarrollado históricamente una mayor capacidad para sentir y entrar en contacto tanto con sus emociones como con las emociones de los demás. Esto se puede deber a la biología, al instinto maternal, a los arquetipos de la mente humana o a los roles sociales que han tomado. De cualquier forma desarrollar la capacidad de sentir y dejar libres los sentimientos, escucharlos y expresarlos, otorga un tipo de inteligencia vital que en muchas ocasiones penetra donde la razón no llega (como dijera Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”). Cuando nos ponemos a pensar e indagar profundamente para qué estamos en la Tierra, para qué tenemos un cuerpo, es difícil llegar a una respuesta más sincera y sencilla que para sentir.

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