El cielo que parece no tener límites, las comidas exquisitas, la paz que se refleja hasta en el trato de la gente y los miles de paseos que hacía cuando visitaba a sus abuelos paternos… Todo eso tenía Paula Robles en su corazón, que latía con más fuerza cada vez que evocaba al norte argentino. Por eso, un año atrás, en plena búsqueda de inspiración, supo exactamente adónde tenía que ir. Allá entonces no sólo la encontró, sino que su carrera –que cada vez se vuelve más rica a través de la docencia, las nuevas técnicas terapéuticas que está aprendiendo y un deseo irrefrenable de llevar el arte allí donde pueda cambiarle la vida a alguien– se tiñó de nuevos colores.
–¿De dónde te viene ese amor por el Norte?
–Mi papá es de San Miguel de Tucumán y canta divino. Acompañado por su guitarra, siempre nos cantaba canciones del repertorio norteño y era muy amigo de los Tucu Tucu, así que toda esa música la tengo muy incorporada. Además, allá están mis tíos, mis abuelos y tengo los recuerdos más lindos de mi infancia: pasábamos las vacaciones de invierno y de verano en la ciudad, o recorríamos lugares divinos, como el cerro San Javier o Tafí del Valle. ¡Si hasta me bautizaron allá!
–¿Y qué te llevó a viajar esta vez?
–Fui al Norte en busca de mi norte. Quería conectarme con su cultura, armar proyectos. En diciembre viajé con Gustavo Carrizo [bailarín, coreógrafo e íntimo amigo] y desde entonces volví miles de veces: estuve en la fiesta de la Pachamama, que la viví con gran emoción, en los carnavales y bailé con el Combinado Argentino de Danza (CAD) en dúo con un zapateador, con coreografía de Redha Benteifour. La cultura andina es maravillosa, todo el tiempo hay música, canto… Uno se termina enamorando.
–Hablando de enamorarse, ¿seguís de novia?
–No. Estoy sola, desde hace poquito.
–¿Creés en el amor?
–Claro que sí. Y me encantaría un día tener un compañero.
–¿A medida que pasan los años se vuelve más difícil?
–No. Lo que sí reconozco que es difícil es trabajar con uno mismo, intentar cambiar los propios lugares oscuros, pero eso es parte de crecer.
–Hace años que te separaste de Marcelo [Tinelli], pero mantenés una relación muy linda con él y sus hijas mayores. Este año, por ejemplo, acompañaste a Micaela en su debut en el BAF.
–Por supuesto, nos queremos mucho. Además, me encanta que mis hijos estén presentes en las cosas importantes de ellas.
–Y ahora, además, tienen otro hermanito, "Lolo".
–¡Sí, que es "morfable"! Me gusta fomentarles el vínculo. A Marcelo lo quiero mucho, es el papá de mis hijos y me alegro por las cosas lindas que le pasan. Llevarse bien libera y hace más fáciles las cosas. Además, es muy lindo para los chicos que así sea.
–¿Te asusta el paso del tiempo?
–Creo que no. En la medida que hacés un trabajo interno los miedos desaparecen. Ahora estoy enfocada en las clases que doy de Fly Low. También estoy aprendiendo el método Alexander, que tiene que ver con lo terapéutico. Mi búsqueda es un camino, una manera de vivir.
–¿Y cómo lo aplicás en la educación de tus hijos?
–Conocerme me permite ser mejor mamá. Mis hijos son el motivo de todo este movimiento. [Se emociona]. Francisco tiene 16 años, es grande y un dulce. Y Juana (11) quiere ser actriz, bailarina, cantante, famosa… Yo prefiero que disfrute más su infancia, su adolescencia y que no saltee etapas.
–¿Te pide consejos?
–Me mira, me admira y a la vez me dice "andate de acá, mamá". [Se ríe]. Los dos están bien, estudiando, creciendo.
–Francisco, a través de las redes sociales, empezó a tomar protagonismo, calculo que a tu pesar.
–Los chicos tienen de los dos lados la exposición inevitable y la no exposición. Es difícil ir en contra de la corriente. Yo les digo que cuanto más se exponen más pierden su libertad.
–¿Que te queda de acá a fin de año?
–Filmé un videoclip con Manuel Moreira, que es cantante y compositor y me animé a cantar, así que no descarto volver a hacerlo. Y tengo muchísimos proyectos con la danza, varios relacionados con lo social, donde pueda ayudar a mejorarle la vida a alguien. Me gusta acompañar a la gente, aplicar todo lo que sé. Ese es mi gran objetivo.
El cielo que parece no tener límites, las comidas exquisitas, la paz que se refleja hasta en el trato de la gente y los miles de paseos que hacía cuando visitaba a sus abuelos paternos… Todo eso tenía Paula Robles en su corazón, que latía con más fuerza cada vez que evocaba al norte argentino. Por eso, un año atrás, en plena búsqueda de inspiración, supo exactamente adónde tenía que ir. Allá entonces no sólo la encontró, sino que su carrera –que cada vez se vuelve más rica a través de la docencia, las nuevas técnicas terapéuticas que está aprendiendo y un deseo irrefrenable de llevar el arte allí donde pueda cambiarle la vida a alguien– se tiñó de nuevos colores.
–¿De dónde te viene ese amor por el Norte?
–Mi papá es de San Miguel de Tucumán y canta divino. Acompañado por su guitarra, siempre nos cantaba canciones del repertorio norteño y era muy amigo de los Tucu Tucu, así que toda esa música la tengo muy incorporada. Además, allá están mis tíos, mis abuelos y tengo los recuerdos más lindos de mi infancia: pasábamos las vacaciones de invierno y de verano en la ciudad, o recorríamos lugares divinos, como el cerro San Javier o Tafí del Valle. ¡Si hasta me bautizaron allá!
–¿Y qué te llevó a viajar esta vez?
–Fui al Norte en busca de mi norte. Quería conectarme con su cultura, armar proyectos. En diciembre viajé con Gustavo Carrizo [bailarín, coreógrafo e íntimo amigo] y desde entonces volví miles de veces: estuve en la fiesta de la Pachamama, que la viví con gran emoción, en los carnavales y bailé con el Combinado Argentino de Danza (CAD) en dúo con un zapateador, con coreografía de Redha Benteifour. La cultura andina es maravillosa, todo el tiempo hay música, canto… Uno se termina enamorando.
–Hablando de enamorarse, ¿seguís de novia?
–No. Estoy sola, desde hace poquito.
–¿Creés en el amor?
–Claro que sí. Y me encantaría un día tener un compañero.
–¿A medida que pasan los años se vuelve más difícil?
–No. Lo que sí reconozco que es difícil es trabajar con uno mismo, intentar cambiar los propios lugares oscuros, pero eso es parte de crecer.
–Hace años que te separaste de Marcelo [Tinelli], pero mantenés una relación muy linda con él y sus hijas mayores. Este año, por ejemplo, acompañaste a Micaela en su debut en el BAF.
–Por supuesto, nos queremos mucho. Además, me encanta que mis hijos estén presentes en las cosas importantes de ellas.
–Y ahora, además, tienen otro hermanito, "Lolo".
–¡Sí, que es "morfable"! Me gusta fomentarles el vínculo. A Marcelo lo quiero mucho, es el papá de mis hijos y me alegro por las cosas lindas que le pasan. Llevarse bien libera y hace más fáciles las cosas. Además, es muy lindo para los chicos que así sea.
–¿Te asusta el paso del tiempo?
–Creo que no. En la medida que hacés un trabajo interno los miedos desaparecen. Ahora estoy enfocada en las clases que doy de Fly Low. También estoy aprendiendo el método Alexander, que tiene que ver con lo terapéutico. Mi búsqueda es un camino, una manera de vivir.
–¿Y cómo lo aplicás en la educación de tus hijos?
–Conocerme me permite ser mejor mamá. Mis hijos son el motivo de todo este movimiento. [Se emociona]. Francisco tiene 16 años, es grande y un dulce. Y Juana (11) quiere ser actriz, bailarina, cantante, famosa… Yo prefiero que disfrute más su infancia, su adolescencia y que no saltee etapas.
–¿Te pide consejos?
–Me mira, me admira y a la vez me dice "andate de acá, mamá". [Se ríe]. Los dos están bien, estudiando, creciendo.
–Francisco, a través de las redes sociales, empezó a tomar protagonismo, calculo que a tu pesar.
–Los chicos tienen de los dos lados la exposición inevitable y la no exposición. Es difícil ir en contra de la corriente. Yo les digo que cuanto más se exponen más pierden su libertad.
–¿Que te queda de acá a fin de año?
–Filmé un videoclip con Manuel Moreira, que es cantante y compositor y me animé a cantar, así que no descarto volver a hacerlo. Y tengo muchísimos proyectos con la danza, varios relacionados con lo social, donde pueda ayudar a mejorarle la vida a alguien. Me gusta acompañar a la gente, aplicar todo lo que sé. Ese es mi gran objetivo.
