
Nos acostumbramos a que las obras teatrales pasen primero por nuestros televisores. Sea
Intrusos o
ShowMatch, la fuerza de un programa popular de TV tiene la potencia para instalar un espectáculo mucho antes de su debut: la guerra de egos de sus actores, los conflictos con otras compañías, los amoríos entre sus figuras. Todo es válido para cortar entradas. Pero hace falta mucha más sustancia para convertir una buena estrategia de marketing en una propuesta de éxito. Y
Casa Fantasma lo logra.
Con una historia simple pero efectiva, la obra alcanza su cometido y en más de una hora y media desarrolla una trama divertida, al igual que hartoconocida. La comedia elige jugar entre las fronteras del teatro y la televisión (no por nada
Pablo "El Chato" Prada y
Federico Hoppe, ambas manos derechas de Marcelo Tinelli en
ShowMatch, son los encargados junto a
Ezequiel Corbo de la producción) y en esa línea tiene su punto más destacable.
Quienes crean que
Casa Fantasma es "oportunista", en su necesidad de reunir a los "chicos Tinelli" más populares bajo cualquier excusa, se equivoca. La obra, que acaba de presentarse en el
Teatro Astros tras haberse llevado los laureles como la más vista de Carlos Paz, se sostiene gracias al talento que demuestra todo su elenco para mantener ágil hasta el último minuto el ritmo de una comedia pensada para toda la familia (con algunas licencias).
Un grupo de personajes variopinto llega a una mansión embrujada dispuesto a adueñarse de la propiedad y, de paso, del tesoro que esta guarda. Este es el puntapié inicial para un montaje, dirigido con solvencia por
Carlos Olivieri, que por momentos juega a ser
Scooby-Doo, y en otros coquetea con
El Chapulín Colorado. Desde el video introductorio que se proyecta en la sala se elige una estética cartoon: acentuado en las poses y gestos de los hermanos "pavotes" que interpretan
Pedro Alfonso y
Benjamín Amadeo, hasta la veta camaleónica que ostenta
Fredy Villareal.
La batería de chistes y gags son una muestra del amplio universo de públicos al que el elenco busca hacer reír: hay alusiones a
Amado Boudou como a
Martín Redrado o a
Néstor Kirchner; a
Marcelo Polino,
Mariano Iúdica, Susana y Mirtha; al reggaetón, a la separación de
Emilio Disi de
Doris del Valle, al matrimonio de Peter con
Paula Chaves; el humor sexual tiene su lugar y también el naif. Está la comedia picaresca a lo Sofovich, la ruptura de la cuarta pared, pero también la sitcom. En fin, una combinación que se sostiene por la solidez de las interpretaciones, pero fundamentalmente por los libros a cargo de
Sergio Marcos y
Martín Guerra.
Disi y Villareal logran desplegar su conocimiento de las tablas en el escenario y lo manejan a su antojo, conocedores de que en las aguas de la improvisación, como en las de un guión, fluyen con igual destreza; la química entre Pedro y Benjamín logra una dupla tan graciosa como sólida;
Luciana Salazar, como
Lourdes Sánchez y
Laurita Fernández, cumplen con eficiencia su labor; y finalmente,
LizyTagliani demuestra ser una topadora arriba del escenario, una personalidad que se adueña de cada escena y que en cada aparición logra un golpe directo de comedia.

Otros puntos a favor: un diseño de escenario, creado por
Gustavo Pomes, que se ajusta con precisión a la comedia de puertas que plantea la obra; los constantes cambios de vestuario
ultra camp de Lizy, producto de
Carlos Passano; los acertados efectos de sonido utilizados de
Pablo Calamante; la repetición de los diálogos como recurso del lenguaje para potenciar el clima de humor buscado; la resolución ingeniosa del conflicto central; y como bonus track, el estreno de
Casa Fantasma en Buenos Aires nos depara un final que, a modo de epílogo, tiene un número musical a ritmo de reggaetón, con un claro guiño al flashmob realizado por Peter en el
Bailando 2014 cuyo contagioso baile invita a la gente a levantarse de sus butacas.
¿Qué hace tambalear a los habitantes de esta
Casa Fantasma? En 2015 nos propone el binomio femenino "sexy y tonta", cubierto por Laurita y Lourdes, que a estas alturas ya huele a rancio en el teatro más popular. Incluso el rol de
Luli Salazar empieza empoderado, como el de una abogada en clave de femme fatal, para terminar descolorido y sin más profundidad. O bien, una salida rápida de un remate con tinte homofóbico, menoscaba a una puesta que demuestra estar mucho mejor pensada que sus puntos grises.
En una cartelera porteña que acaba de recibir a
Susana Giménez en
Piel de Judas y a la secuela de
Antonio Gasalla en
Más respeto que soy tu madre,
Casa Fantasma es una opción válida para quienes buscan un humor que puede contentar tanto al preadolescente como al jubilado. Una comedia que se sale con la suya, sin mayores pretensiones, pero con una victoria asegurada: la risa.
Fuente:ciudad.com/
Ivan Basso