Robledo Puch hoy. Nota Completa GENTE

Captura de pantalla 2016-03-10 a las 12.44.42 p.m.ROBLEDO PUCHOY ROBLEDO PUCH HOY Mató a once personas en nueve meses, está preso desde hace 44 años y Luis Ortega prepara una película sobre su vida. Lo llamaron el Angel de la Muerte; a los 64, poco queda de aquel joven de rulos que aterró al país. Criminal, loco, falso profeta... todas las caras de un hombre inclasificable. Es el asesino a sangre fría que cita a Albert Camus.Es el pianista infantil que memoriza partituras de Bach y Beethoven, ale-manes como sus propios ancestros, incapaz de transmitirle sentimientos a sus dedos pequeños. Es el demente que se autoproclama continuador de la obra de Juan Domingo Perón.Es el asmático ronco, solitario, cuya propia respi-ración está cansado de escuchar, noche a noche, rebotando en las paredes húmedas del penal de Sierra Chica. Es el niño pecoso al que todos molestan, cargan y aporrean, torpe para el fútbol, apenas hábil para repartir patadas. Es el motoquero frenético que ama el viento en la cara, la velocidad, el motor rugiente, sin ruta ni destino.Captura de pantalla 2016-03-10 a las 12.45.43 p.m. Es el ladrón posadolescente, improvisado, codicioso, que se ufana de sus robos y recorta las noticias de los diarios. Es el narcisista incurable que, en la cúspide de su delirio, aspira a que Leonardo DiCaprio filme la película de su vida. Es el nazi encarcelado que dibuja esvásticas. Es el viejo calvo, enjuto, raquítico, cuyo poder apenas se atisba en sus ojos celestes siempre encendidos, malignos, que pueden fulminar en cuestión de segundos. Es el condenado que, admirador de Galtieri, se ofreció para luchar en la Guerra de las Malvinas. Es el perverso psicópata que asesinó a once per-sonas en nueves meses y que, en el imaginario popular, encarna la versión más tangible del Mal. Carlos Eduardo Robledo Puch –nacido en Buenos Aires el 19 de enero de 1952– carga con un estigma imborrable: es probablemente el criminal más famoso de la historia argentina. Tiene 64 años y 44 de ellos los pasó encerrado. Captura de pantalla 2016-03-10 a las 12.44.55 p.m.Nadie lleva tanto tiempo tras las rejas. Muchos creen que lo único que lo mantiene vivo es su postergado deseo de libertad. Le escribió cartas a varios gobernadores bonaerenses, desde Alejandro Armendáriz (1983-1987) hasta María Eugenia Vidal, solicitando su libe-ración. Siempre le fue denegada, con el argumento de que Robledo nunca se preocupó por estudiar o reformarse. También pidió que lo ejecutaran de una buena vez, con la inyección letal, aún sabiendo que la pena de muerte no existe en la Argentina actual. Algo queda clarísimo: hasta ahora, ningún juez creyó oportuno devolverlo a la sociedad, ni siquiera anciano, enfermo, derrotado. Sobre él se escribieron decenas de artículos periodísticos, ensayos, guiones, un libro excepcional (El ángel negro, de Rodolfo Palacios, del cual esta nota es gran deudora) y ahora se va a filmar una película. Luis Ortega –quien dirigió la exitosa Historia de un clan inspirado en los crímenes de la familia Puccio– ya está listo para entregarnos el retrato de Robledo Puch. El filme, seguramente, lo devolverá a las páginas de diarios y revistas. Quienes ignoraban su cruenta leyenda no podrán creer que ese pibe de veinte años, ruliento y angelical, que asoma en las fotos en blanco y negro con remera a rayas y jeans setentosos, haya sido capaz de cometer 11 homicidios. Y los que fueron contemporáneos a sus crímenes recordarán, no sin escalofríos, que el Angel de la Muerte se paseó por Buenos Aires como uno más, camuflado entre la multitud, y desde allí diagramó su festín de sangre. MATAR POR LA ESPALDA. “Esto es una farsa, un circo romano”, afirmó Robledo Puch no bien escuchó la sentencia que lo encerraba de por vida; hay quienes dicen que prometió salir para, algún día, “matar a todos”. Ocurrió el 27 de noviembre de 1980 (aunque estaba preso desde el 4 de febrero de 1972), en los Tribunales de San Isidro. Hubo 36 cargos en su contra: 10 homicidios calificados, un homicidio simple, 16 robos calificados, dos raptos, dos violaciones y cinco hurtos menores. Su raid comenzó el 15 de marzo de 1971, cuando asaltó la boite Enamour, de Olivos. Mató, mientras dormían en el lugar, al barman paraguayo Manuel Godoy y al manager, Félix Mastronardi. El los conocía a ambos: ahí iba a bailar los sábados. En su debut homidida, Robledo expuso su sello distintivo: matar a traición. Menos de dos meses después, el 9 de mayo de 1971, asesinó a José Bianchi, el sereno de una casa de re-puestos. Robó, junto a un cómplice, 300 mil pesos. Y le disparó a una mujer (Dora, la esposa de Bianchi) y a la cuna donde dormía un bebé de diez meses: Captura de pantalla 2016-03-10 a las 12.45.49 p.m.ambos sobrevivieron. l 24 de mayo mató a Juan Scattone, sereno de un supermercado de Olivos; el 13 de junio, en compañía de su primer secuaz (Jorge Ibáñez), violó y asesinó a Virginia Rodríguez, de 16 años (cinco tiros por la espalda); nueve días después, a la modelo Ana María Dinardo (23 años); el 15 de noviembre a Raúl Delbene, cuidador del mercado Rolón de Boulogne, ahora con su nuevo compinche, Héctor Somoza; dos días más tarde ultimó a Juan Carlos Rozas, sereno de una agencia de autos, en Vicente López; el 27 de noviembre, a Bienvenido Ferrini, sereno de otra agencia de autos. Fi-nalmente, el 3 de febrero de 1972, Robledo Puch dio su último golpe: asesinó a Manuel Acevedo, cuidador de una ferretería de Carupá, padre de tres hijas, que se estaba por jubilar. Pero cometió un error clave: también mató a Somoza, su cómplice, y le desfiguró la cara con el mismo soplete que accionó contra la caja fuerte. El documento que quedó en el bolsillo del ladrón muerto sirvió para identificarlo y, paralelamente, evidenciar la conexión con Robledo. Al día siguiente, 4 de febrero, a las tres y media de la tarde, fue detenido y llevado a la comisaría primera de Tigre. El hollín en su cara y en la ropa, por el uso del soplete, lo delató inmediatamente. Ni siquiera se había bañado. Esos son los 11 asesinatos que Robledo Puch, según los policías que lo detuvieron en ese momento, confesó con lujo de detalles. Pública-mente, él sigue negando haberlos cometido. “Me obligaron a hacer esa confesión falsa”,aduce. Sólo se hizo cargo de seis robos y se lamenta de no haber tenido tiempo para asaltar un banco. “Fui un ladrón, de los buenos, pero nunca maté a nadie” , asegura. Curioso (o no tanto): Jorge Ibáñez, su primer compinche, murió en un accidente el 5 de agosto de 1971, en pleno frenesí delictivo. La camioneta que chocó con un taxi y provocó su deceso, en Cabildo y Quesada, la manejaba... Robledo Puch. Sumado al homicidio de Somoza, no quedan testigos directos del accionar de Robledo. ¿Casualidad o estrategia? Captura de pantalla 2016-03-10 a las 12.46.05 p.m.A los cinco meses de su detención, se escapó de la cárcel Modelo de La Plata y estuvo 68 horas prófugo. Lo recapturaron en Olivos, cerca de su casa paterna. Nunca más volvió a caminar la calle. Desde hace cuatro décadas ocupa una celda de seis metros cuadrados en Sierra Chica, en el llamado “pabellón de los homosexuales” . Casi no sale al patio. El prestigioso perito Osvaldo Raffo lo consideró un “ psicópata cruel y desalmado... egocéntrico, desconfiado, narcisista, peligroso a nivel superlativo, incapaz de adaptarse a la sociedad. No está loco, es un perverso” . Si bien sigue reclamando su libertad, afuera no hay nadie que lo espere. Nadie. Su madre, Aída Josefa Habedank (una química alemana que huyó del posnazismo), intentó suicidarse dos veces y murió en un manicomio en 1993. Su padre, Víctor Elías, un salteño peronista y descendiente de Güemes, inspector de la General Motors, falleció en 2005. Robledo Puch no tuvo hermanos. Y nadie sabe qué ocurrió con su única novia, Mónica, una acuariana cuyo nombre se tatuó en la cárcel, cerca del corazón. Su infancia en Vicente López fue traumática: los chicos del barrio le hacían bullying todo el tiempo.Captura de pantalla 2016-03-10 a las 12.46.11 p.m. Lo tildaban de afeminado, se burlaban de su cabellera rojiza y le envidiaban su ropa nueva y pulcra. Su abuela le enseñaba alemán, su madre lo mandaba a clases de piano y él leía a Emilio Salgari, siempre solo, al margen. Le atraían los autos y las motos, muchísimo. Y soñaba con ser militar, aunque su padre nunca lo dejó. Abandonó la es-cuela luego del primer año del secundario. Seducido por el dinero fácil, comenzó a delinquir. Y a los 16, después de robar una moto, terminó en un reformatorio. Guardaba el dinero y las armas dentro del piano de su abuela, el mismo donde interpretaba a Mozart de chiquito. Allí, la Policía halló siete revólveres el día de su detención. Ya no escucha música clásica; más bien, se hizo admira-dor del Indio Solari y Los Redonditos de Ricota. Quienes lo frecuentaron afirman que es un ser incapaz de amar. Que su mirada hiela la sangre. Que su mente es un laberinto aterrador, repleto de locura, resentimiento y odio. En la cárcel, donde ya pasó dos tercios de su vida, se acostumbró a leer, a dormir abrazado a una gata, a escribir febriles cartas de puño y letra y, según confesó en la biografía citada, a fantasear con su liberación: “Pero siempre sueño que, el día que finalmente me dejan salir, justo se desata el fin del mundo” . Robledo Puch no puede evitar ser cruel. Ni siquiera consigo mismo Captura de pantalla 2016-03-10 a las 12.46.28 p.m.Solo ante Dios. En una época, según confesaba, rezaba todas las noches. Y algunas veces visitaba la capilla del penal. Introvertido, Robledo se relacionó con poca gente dentro de su prisión y encontraba evasión en la pintura. Su mejor amiga fue una gata, con la que dormía abrazado. El preso más famoso de Sierra Chica no recibe visitas... y nadie lo espera detrás de los muros. Sueños de libertadCaptura de pantalla 2016-03-10 a las 12.45.02 p.m. En su ámbito: la celda de seis metros cuadradaos donde pasa casi todas las horas del día. Lee mucho, escucha al Indio Solari, se imagina el sucesor de Perón y mantiene las esperanzas de salir al exterior. ¿Alguien se animará a liberarlo    

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