Hijos sin miedo

Para comenzar, definamos qué es el miedo. El miedo es un mecanismo de defensa. Cuando una persona percibe un peligro (real o imaginario) o una amenaza, surge esta emoción. Si se trata de un peligro real, el miedo es normal y beneficioso, ya que este nos ayuda a preservarnos y actuar de manera rápida y eficaz. Sin embargo, también existen miedos que no son reales y se construyen a través de los años.

Los expertos en psicología evolutiva nos dicen que los miedos más frecuentes son: En los bebés los miedos son innatos. Un niño pequeño le temerá a los ruidos fuertes y a los objetos que se mueven con velocidad. Sus cuidadores le brindarán seguridad mediante el contacto físico. Entre los dos y los tres años, aparece el miedo a la separación. Debido a este, muchos niños pequeños no quieren que personas desconocidas los tomen en brazos. Ellos distinguen a sus padres y no desean estar lejos de ellos. Durante estos años pueden tenerles miedo también a los animales. Entre los tres y los cuatro años, el miedo principal es a la oscuridad y a estar solos. Ellos saben a esta edad que dependen de los adultos. Por esa razón, se vuelven posesivos con los miembros de su familia. Aparecen también algunos seres imaginarios (fantasmas, monstruos, etc.), pues no pueden distinguir lo real de lo imaginario. Entre los seis y los once años continúa el miedo a los fantasmas pero comienzan a mermar otros. En este tiempo de vida los miedos tienen que ver con el espacio de la escuela y la familia. ¿Qué miedos desarrollan los niños en esta etapa? Básicamente tres:

1. Miedo a ser ridiculizados.

2. Miedo a ser exigidos por sus padres.

3. Miedo a ser rechazados.

¿Qué podemos hacer los padres frente a esta realidad que viven nuestros hijos? Es fundamental que los padres les expresemos a nuestros hijos que ellos son amados y están protegidos. Necesitan saber que siempre pueden expresar sus miedos y que cuentan con nuestra presencia y nuestra ayuda para superarlos y vencerlos. Desde nuestro lugar, podemos enseñarles a confiar en sí mismos, elogiando sus logros y valorando cada avance que tengan. "¡Qué grande sos!" (a los niños les gusta sentirse grandes) son palabras de validación y reconocimiento. Tengamos en cuenta que durante su crecimiento nuestros hijos nos están observando todo el tiempo y que tanto la valentía como el miedo son contagiosos. ¿Qué cosas no deberíamos hacer nunca como padres?

-Nunca ponerlos en ridículo, sin importar cuál sea su edad, por aquellos temores que tengan. Algunos adultos piensan que forzándolos a superar un miedo, dicha emoción pasará.

-No sobreprotegerlos. Cuando un papá o una mamá sobreprotege, el mensaje que da es: "Quedate con nosotros porque solo no podés lograrlo".

-No limitar las acciones de todos los días por miedos irracionales. Hay padres que les dicen a sus hijos: "¡Tenés que compartir tus juguetes!" pero ellos son egoístas. Aunque sintamos angustia o estemos preocupados, mostrémonos fuertes frente a ellos porque somos quienes los cuidan y protegen.

Si tuvimos la fortuna de haber sido criados sanamente, seremos capaces de reconocer a las personalidades miedosas que todo el tiempo tratan de amedrentarnos. Por cierto, muchos padres no saben que esta forma de cuidar no es beneficiosa para criar hijos sanos, libres y fuertes. Como adultos necesitamos reconocer cuando este tipo de cuidado se convierte en una toxicidad para nuestros hijos que los limita y los separa de todo lo bueno y de las metas que tienen por delante. Bernardo Stamateas  

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