La Incertidumbre

Hecho catarsis por Blonda La incertidumbre es el cajón donde se almacenan los signos de pregunta. Donde tienen cría la duda y la excusa espontánea. Es la denuncia interior, el duelo entre la posibilidad de modificar una variable de nuestra existencia y la comodidad de la permanencia en el estado conocido. La incertidumbre hace trastabillar las certezas y nos arroja a las manos de los supuestos. Nos desaloja de la habitación de las evidencias y nos invita a mudarnos al país de lo impreciso. Es mala época para armar valijas que no incluyan bronceador y traje de baño, lo sé, sin embargo saco un boleto de ida a ese destino incierto con la esperanza de hallar algún paisaje que le dé sentido a la travesía. En tiempo de tanta reflexión impuesta por el calendario, no tengo espacio en mi balanza para sopesar los pros y los contras de cada posible paso. Hay un surtido demasiado amplio de propuestas laborales que se superponen en un mismo estante, apiladas por ese capricho que a veces tiene la vida de amontonar las chances para empañarnos la lente de la objetividad. Así que dije sí a mucho para sentir que no puedo con nada. Repartí varias docenas de huevos en distintas canastas y, de la confusión que me provoca tanta dispersión, creo que terminé depositando algunos en el interior del armario y otros tantos los perdí en el trayecto que va de la cocina a mi cama. Tengo un trabajo, y dos, y cinco. Cuatro entrevistas pendientes que amenazan con la idea de ser mejores elecciones que todas las anteriores y que la posibilidad de no presentarme sea motivo de arrepentimiento posterior. Me siento como una esposa infiel repartida entre el flamante marido que se arrodilló para proponerme casamiento con cara de eternidad y música de violines, y un amante que en cada encuentro me soborna con la promesa del mejor sexo, un capuccino de Starbucks y una caja de marrón glacés. La tentación es tan grande como la culpa pero no más que la duda y que el malestar que me genera el andar revolviendo la galera de las mentiras de la que salen trámites inconclusos, sobrinos que nacen antes de tiempo e inundaciones repentinas por culpa de un caño mal reparado. Lo terrible es que me enamoro del esposo, del amante, y de cada candidato que me murmura al oído una propuesta irresistible, mientras me vuelvo una especialista del arte de ocultar evidencia como tarjetas personales y anotaciones con hora y lugar del encuentro. Hago malabares en la hora de almuerzo dignas de un trapecista del Cirque du Soleil sin saber si en algún momento se cortará la soga y caeré justo en la garganta del león o si escucharé sonar los aplausos del público de pie. En mis ratos libres, que escasean más que los políticos honestos, le doy forma al libro, escribo un guión para llevar a un escenario, diseño postales, organizo ferias navideñas, me reúno con una banda de rock para ocuparme de la prensa, vendo vía mail el armado de campañas web para Latinoamérica y además integro el equipo de diez bloggers encargados de testear la nueva notebook de Samsung. También veo a mis amigas, alimento a mis gatos y les sacudo un piolín junto al piso para que jueguen un rato. Me baño, me cambio el esmalte de las uñas y pongo en remojo la ropa que usé en cada encuentro para limpiar los posibles rastros de la infidelidad. Cocino algo a las apuradas y a deshora. Hago zapping compulsivamente antes de que el sueño me sorprenda con el control remoto en una mano y un cigarrillo consumido en la otra. Me preparo litros de café para sustentar mi desvelo, soporto la taquicardia y la regulo con una dosis extra de Clonazepán. Me aseguro de haber cerrado la llave de gas y la puerta de calle, de desenchufar la plancha y de llevar el DNI en la cartera para poder recordar mi nombre cuando me lo olvido. Todo eso, en el patético marco de la víspera de las fiestas que tanto detesto. Con el espíritu navideño tan devaluado como el amor. Con un arbolito artesanal y una hilera de luces siempre apagada. Sin planes románticos para la Nochebuena, ni para las noches que siguen, salvo por el vínculo estrecho que andamos estableciendo mi aislamiento y yo… más todos esos proyectos que duermen en la cama entre los dos.

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