La parte idiota de las mujeres

¿Qué nos sucede? Somos mujeres inteligentes y sensibles. Somos madres, empleadas, ejecutivas. Todos los días tenemos el temple necesario para tomar decisiones importantes sobre nosotras o quiénes puedan depender de nosotras. Cada día hacemos pata ancha, le ponemos el pecho a las balas, nos aguantamos las lágrimas, las ganas de salir corriendo y nos paramos con decisión y talento. Sabemos cuánto valemos. Reaccionamos cada vez que un atisbo machista intenta cercénanos parte de un territorio ganado con mucho esfuerzo. Pero… Tenemos que reconocerlo: la mayoría de nosotras tenemos una parte ingenua, naif, demasiado crédula... Nos sucede por ejemplo cuando llega la primavera y el verano. Cuando nos probamos una ropa que nos ajusta más que el año pasado. Cuando miramos con desesperación un rollo que no estaba. Una maldita estría. Una celulitis que nos atacó como la enemiga más temida en tiempos de invierno. Y ahí -tenemos que reconocerlo- se nos impone nuestro costado más tonto. Creemos en la dieta de la manzana, de la luna, del pomelo, de las proteínas, del ADN, de las celebrities, del aire, del agua, del jengibre, de la berenjena. Compramos las revistas que ponen en la tapa la dieta del momento, la que nos permite según la fantasía rebajar rápido, vernos divinas, como si se tratara de un giro dorado al estilo de la devaluada mujer maravilla. Si tenemos presupuesto gastamos en rayos, vibraciones, láseres, masajes, aparatejos infernales que prometen comerse los excesos estampados en nuestro cuerpo como los santos masticadores de la grasa que supimos conseguir. Y lo peor de todo, es que sabemos que las soluciones mágicas no existen. Que sólo la salud en la alimentación y la constancia en el ejercicio pueden darnos resultados durables. Pero ahí está, en un rincón de nuestras cabecitas locas, la parte que nos hace creer en lo increíble. En la magia. En lo instantáneo. Nuestra parte idiota, pobrecita, que en esta época nos sale a la luz. ¿Quién es la mujer ingenua? Es aquella que se da incondicionalmente, aunque no reciba lo mismo a cambio. Es la que piensa primero en su pareja antes de tomar una decisión. Es la que cuando ve "_____ llamando" sonríe inconscientemente. Es la que piensa cuando un hombre tiene un gesto caballeroso con ella: ¿será que le gusto? Es la que le manda mensajitos aunque no se los contesten. Es la que piensa que tienen canción cuando la han bailado una vez. Es la que los idealiza y los ve guapísima aunque sabe que la primera vez que los vio no causó ni la mínima impresión en ella y de hecho pensó que eran feos. Es la que se enamora por el detalle más insignificante y la que se enoja cuando no lo vuelven a tener. Es la que no puede sentirse completa sabiendo que en el fondo lo es. Es la que les consiente el más absurdo antojo solo por ver su sonrisa. Es la que nota el cambio más pequeño. (Sí, hoy se peinó distinto y esa camisa le queda mejor con las mangas dobladas, por ejemplo). Es la que se pone celosa por una llamada telefónica. Es la que les perdona lo imperdonable... y sigue.

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