Pasaron cincuenta minutos de la media-noche del sábado 19 y
(38), sin prestar atención a los relojes, se le- vanta de la pequeña siesta que hizo para resistir su primera jornada de trabajo después de muchos meses: conducir un desfile en el escenario de la disco Pinar de Rocha, en Ramos Mejía. Matías está en el dúplex del country de Bella Vista que compartía con su fugaz esposa, María del Mar Cuello Molar (23). El mismo barrio privado donde también viven su mamá Elena, su hermano Elías y la mayoría de sus amigos. Es un dúplex sencillo: living y cocina en planta baja, dormitorio en suite en el pr mer piso. Su cama king size está deshecha solamente del lado derecho, donde durmió él. Recién levantado de la siesta, se da una ducha para calmar la ansiedad.
“Estoy muy nervioso, porque la última vez que fui a Pinar fue en septiembre, antes de mi brote psicótico” , explica. Elige la ropa en el placard perfectamente ordenado, luego se perfuma con A Men by Thierry Mugler; Rodamón, su labrador negro, lo sigue por toda la casa. En un rincón del living siguen estando dos fotosretrato junto a María del Mar, como tímido recuerdo del año compartido. En la mesa de la cocina están los blísteres de las dos pastillas que toma, y muchos libretos de teatro que está leyendo. En un par de semanas vuelve a ensayar para la comedia que dentro de dos meses lo pondrá otra vez en un escenario. Cuando ya está casi listo para salir, llega su amigo Alejandro “Huevo” Müller (54), que viene de hacer dos funciones de El quilombero. Se habían distan-ciado mientras Matías estuvo casado con María del Mar, pero en las últimas semanas,cuando Alé más lo necesitaba, se reencontraron. Veinte minutos ante de las 2 am, y manejando su auto, ambos salen para Ramos Mejía. Al llegar a la disco, Matías se siente otra vez bien vivo.
“¡Volvió el Rey León! , dice, mientras decenas de chicas le piden posar para sus selfies. La organizadora le explica la rutina del evento, mientras Müller lo alienta. Con los obvios nervios del regreso, pide una sola cosa: “Por favor, cuando salga al escenario pongan Gonna fly now, el tema de Rocky . Me hace bien escucharlo; lo hago todas las mañanas y cada vez que necesito ánimo”.
Después de persignarse dos veces, el telón se abre. En la pista, la gente deja de bailar: lo aplaude y lo viva. “¡Volvió el Rey León! , insiste Alé. Y comienza su noche: un cuarto de hora de selfies, veinte minutos conduciendo un desfile, diez para sorteos y otro tanto para despedirse de las fans. El telón se cierra y Matías, muy emocionado, se abraza a su gran amigo y le confiesa a GENTE lo que vive esta noche. “Siento que el tratamiento me está haciendo muy bien. Por eso los médicos me autorizaron que viniera a trabajar. Es lo mejor que me pasó en los últimos meses. Sé que todavía tengo algunas dificultades, pero estoy enfrentando todo y sanándome.
Hace un mes pensaba que no iba a salir a flote.
Que por el brote psicótico nunca más me iba a poder enfrentar al público. Hoy tuve los mismos nervios que un primer día de clase, pero ahora, después del show, me doy cuenta de que volví a vivir” .
¿Qué fue lo más importante de este regreso, Matías?
–El amor. El amor de la gente me ayuda, me da fuerzas, me sana. Yo había perdido todo: mi matrimonio,
mi trabajo, mis amigos, mi familia. Pero poco a poco estoy reencontrando mis afectos.
–Después de unos meses de distanciamiento, ¿cómo está la relación con los tuyos?
–Con mamá estamos mucho mejor. Ella empezó terapia y eso nos sirve para re-vincularnos. Y con mi hermano Elías estamos súper bien. Pensábamos irnos a la Costa en Semana Santa, pero él debe trabajar. Ya habrá ocasión para compartir un viaje.
–¿Con María del Mar volviste a hablar desde que el 3 de marzo, tras 154 días juntos, firmaron el divorcio?
–No. Pero tampoco tengo por qué reprocharle na-da, ni a ella ni a su madre. Pobre... Con sus 23 años me acompañó durante la internación... Todo lo sucedido la sobrepasó. No tengo ningún rencor: sólo lindos recuerdos. El divorcio fue una decisión que tomamos ambos, porque necesitábamos separarnos. Lo nuestro no funcionó y ahora, cada uno haciendo su vida, estamos mejor.
–¿Te sentiste traicionado cuando viste los videos en los que aparecés, por ejemplo, bendiciendo una omelette? 
–No. Yo estaba enfermo. Tuve un brote psicótico religioso. Me la pasaba rezando y la mañana del video terminé bendiciendo una omelette. No me da vergüenza, porque sé que a cualquiera le pue-de suceder. Sólo las personas que dieron el video a los medios saben por qué lo hicieron.
–¿Cómo calmás la emoción del regreso al trabajo?
–Con mi familia, con mis amigos, haciendo terapia y yoga. Si hoy estoy emocionado, ¡imaginate cómo voy a estar en dos meses, para el estreno de la comedia! Lo mejor de esta noche es saber que lo peor ya pasó. Espero que nunca más vuelva a estar en una clínica psiquiátrica
Pasaron cincuenta minutos de la media-noche del sábado 19 y
(38), sin prestar atención a los relojes, se le- vanta de la pequeña siesta que hizo para resistir su primera jornada de trabajo después de muchos meses: conducir un desfile en el escenario de la disco Pinar de Rocha, en Ramos Mejía. Matías está en el dúplex del country de Bella Vista que compartía con su fugaz esposa, María del Mar Cuello Molar (23). El mismo barrio privado donde también viven su mamá Elena, su hermano Elías y la mayoría de sus amigos. Es un dúplex sencillo: living y cocina en planta baja, dormitorio en suite en el pr mer piso. Su cama king size está deshecha solamente del lado derecho, donde durmió él. Recién levantado de la siesta, se da una ducha para calmar la ansiedad.
“Estoy muy nervioso, porque la última vez que fui a Pinar fue en septiembre, antes de mi brote psicótico” , explica. Elige la ropa en el placard perfectamente ordenado, luego se perfuma con A Men by Thierry Mugler; Rodamón, su labrador negro, lo sigue por toda la casa. En un rincón del living siguen estando dos fotosretrato junto a María del Mar, como tímido recuerdo del año compartido. En la mesa de la cocina están los blísteres de las dos pastillas que toma, y muchos libretos de teatro que está leyendo. En un par de semanas vuelve a ensayar para la comedia que dentro de dos meses lo pondrá otra vez en un escenario. Cuando ya está casi listo para salir, llega su amigo Alejandro “Huevo” Müller (54), que viene de hacer dos funciones de El quilombero. Se habían distan-ciado mientras Matías estuvo casado con María del Mar, pero en las últimas semanas,cuando Alé más lo necesitaba, se reencontraron. Veinte minutos ante de las 2 am, y manejando su auto, ambos salen para Ramos Mejía. Al llegar a la disco, Matías se siente otra vez bien vivo.
“¡Volvió el Rey León! , dice, mientras decenas de chicas le piden posar para sus selfies. La organizadora le explica la rutina del evento, mientras Müller lo alienta. Con los obvios nervios del regreso, pide una sola cosa: “Por favor, cuando salga al escenario pongan Gonna fly now, el tema de Rocky . Me hace bien escucharlo; lo hago todas las mañanas y cada vez que necesito ánimo”.
Después de persignarse dos veces, el telón se abre. En la pista, la gente deja de bailar: lo aplaude y lo viva. “¡Volvió el Rey León! , insiste Alé. Y comienza su noche: un cuarto de hora de selfies, veinte minutos conduciendo un desfile, diez para sorteos y otro tanto para despedirse de las fans. El telón se cierra y Matías, muy emocionado, se abraza a su gran amigo y le confiesa a GENTE lo que vive esta noche. “Siento que el tratamiento me está haciendo muy bien. Por eso los médicos me autorizaron que viniera a trabajar. Es lo mejor que me pasó en los últimos meses. Sé que todavía tengo algunas dificultades, pero estoy enfrentando todo y sanándome.
Hace un mes pensaba que no iba a salir a flote.
Que por el brote psicótico nunca más me iba a poder enfrentar al público. Hoy tuve los mismos nervios que un primer día de clase, pero ahora, después del show, me doy cuenta de que volví a vivir” .
¿Qué fue lo más importante de este regreso, Matías?
–El amor. El amor de la gente me ayuda, me da fuerzas, me sana. Yo había perdido todo: mi matrimonio,
mi trabajo, mis amigos, mi familia. Pero poco a poco estoy reencontrando mis afectos.
–Después de unos meses de distanciamiento, ¿cómo está la relación con los tuyos?
–Con mamá estamos mucho mejor. Ella empezó terapia y eso nos sirve para re-vincularnos. Y con mi hermano Elías estamos súper bien. Pensábamos irnos a la Costa en Semana Santa, pero él debe trabajar. Ya habrá ocasión para compartir un viaje.
–¿Con María del Mar volviste a hablar desde que el 3 de marzo, tras 154 días juntos, firmaron el divorcio?
–No. Pero tampoco tengo por qué reprocharle na-da, ni a ella ni a su madre. Pobre... Con sus 23 años me acompañó durante la internación... Todo lo sucedido la sobrepasó. No tengo ningún rencor: sólo lindos recuerdos. El divorcio fue una decisión que tomamos ambos, porque necesitábamos separarnos. Lo nuestro no funcionó y ahora, cada uno haciendo su vida, estamos mejor.
–¿Te sentiste traicionado cuando viste los videos en los que aparecés, por ejemplo, bendiciendo una omelette? 
–No. Yo estaba enfermo. Tuve un brote psicótico religioso. Me la pasaba rezando y la mañana del video terminé bendiciendo una omelette. No me da vergüenza, porque sé que a cualquiera le pue-de suceder. Sólo las personas que dieron el video a los medios saben por qué lo hicieron.
–¿Cómo calmás la emoción del regreso al trabajo?
–Con mi familia, con mis amigos, haciendo terapia y yoga. Si hoy estoy emocionado, ¡imaginate cómo voy a estar en dos meses, para el estreno de la comedia! Lo mejor de esta noche es saber que lo peor ya pasó. Espero que nunca más vuelva a estar en una clínica psiquiátrica 
