Susana abrió las puertas de la “La Tertulia”

En la apacible tarde uruguaya el sol iluminaba con todo su resplandor. Cuando el reloj marcaba las 17.30, el rugir de helicópteros privados y de Air Bus, irrumpió en el acostumbrado silencio de Garzón, donde sólo se escuchan el sonido de los pájaros y las hojas que juegan con la brisa que recorre algunos kilómetros para llegar desde el mar. Allí, entre las sierras, a 15 kilómetros de la laguna del mismo nombre, se levanta “La Tertulia”, un refugio que Susana Giménez comenzó a construir en 2012. Su propio rancho hecho sobre la piedra maciza del lugar, en 107 hectáreas que resultaron un desafío de ingeniería para generar 5

kilómetros de caminos, desarrollar la infraestructura, agua, luz y comunicación. Una casona de 800 metros cuadrados, con 400 de amplias galerías orientadas hacia la puesta del sol y 450 en patios. El interior con paredes de madera y el exterior de piedra con pisos de ladrillos y cemento alisado; más seis dormitorios en suites, un establo y una piscina. Un sueño que la diva convirtió en realidad. Pero también un sueño que decidió poner en venta para que otro privilegiado pueda crear allí sus propios sueños. “Cheers con Susana en casa”, proponía la tarjeta de invitación que envió la “Real State” Miriam Poggio citando a los posibles nuevos dueños a tomar un drink, escuchar buena música y disfrutar de un atardecer único. Para ese encuentro la chacra fue ambientada por Marcela López de Kullhausy y armonizada por Marcelo Lufrano, un argentino que hace años vive en Italia y ha dedica al estudio de las energías diseñando espacios para el buen vivir. Cada cuarto de la mansión tuvo su color. Turquesa para el de Susana, naranja para el de su hija Mercedes, verde y amarillo para los de los huéspedes.

“Abrimos la casa para darle vida y capturar imágenes que ya recorren el mundo. Porque este lugar lo tiene todo: un paisaje único, silencio, paz y 107 hectáreas para crear tu propio viñedo, cancha de golf… y todo a sólo una hora de las mejores playas del este…”, anunció la broker dando la bienvenida a los invitados.

La anfitriona llegó, también en helicóptero, pasadas las tres de la tarde para supervisar cada detalle, luciendo pantalón Cushnie Et Ochs, camisola Cavalli, cinturón Versace, sandalias Prada, anteojos Celine y sombrero de paja negro Lagomarsino, sobre su platinada cabellera peinada por @Osvycontreras.

Los privilegiados (que fueron recibidos por la música de Nicolás Bererciartua), entre los que se destacaba la presencia de sus amigos Teté Coustarot y Dany Mañas, fueron Alejandro Roemmers, Martín Cabrales, Santiago Lussich, Tomás Eurnekián, Alberto y Gina Roemmers, Lily Sciorra, Patricia Ezcurdia con su marido, el ex juez

de Kentucky, Monte Dexter Gross, y Nicolás Sgroi con su esposa entre tantos, recibieron baños espirituales de salud, paz y amor, participando de rituales aromáticos y hierbas y aceites, terapia vibracional con gongs y cuencos tibetanos. “La Tertulia” fue especialmente ambientada con los colores de la Naturaleza. El gris de la piedra, el verde del campo y el beige de la arena. Y todos los arreglos fueron realizados con hierbas aromáticas y flores silvestres, Kilims marroquíes en tonos tierra y alfombras de yute para enmarcar los diferentes livings. Cada set fue pensado para disfrutar del momento más mágico del día con una música Chill Out que acompañó el encuentro respetando el entorno natural. Una veintena de águilas, características del lugar, brindaron un fantástico espectáculo planeado casi coreográficamente sobre el horizonte.

“¡Susana! ¿Por qué vendes este paraíso?”, fue la pregunta de cada uno de los que recorrieron la mansión. Y la diva, sin ocultar cierto dejo de nostalgia, respondía:

“¿Viste lo que es el lugar? Me da muchísima pena venderla porque es realmente un paraíso… ¡Vendo mi paraíso! Lo que pasa es que teniendo La Mary tan cerca, finalmente vengo muy poco aquí!”

Cuando el sol estaba cayendo sobre el horizonte de “La Tertulia” comenzó a sonar “Adiós Nonino” en el violín y el bandoneón del “Duo Montevideo”, al que luego le siguieron las

porteñas melodías de “El Choclo” y “Organito de la tarde”. Mientras todos aplaudían, llegó la hora de la comida: mini chorizos y malbec para una celebración “bien rioplatense”, como la definió su anfitriona. Durante el atardecer, Susana cambió su look y lució un vestido de Cavalli, con sandalias Rene Caovilla y cinturón Versace. Al retirarse, cada invitado recibió un libro fotográfico de la casa diseñado especialmente para el evento.

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